San Francisco de Macorís.- Estudiantes esquivando obstáculos en las aulas, clases bajo lonas por las posibilidades de derrumbe o escasez de espacio son algunos de los problemas que tienen parte de las escuelas rurales en San Francisco de Macorís, como se quejan padres y profesores.
La Escuela María Lajara Henríquez, situada en la zona montañosa de la ciudad, presenta la precariedad de algunos centros de enseñanza del país, donde se destina el 4 % del Producto Interior Bruto (PIB) a educación.
«Estamos para salir corriendo porque la escuela está en muy mal estado», expresó el profesor Leandro de la Cruz bajo una lona azul, el improvisado techo al aire libre utilizado para entregar clase frente a la imposibilidad de que los trece alumnos del centro entren en el edificio por el riesgo de derrumbe.
Aprovechando el día soleado para entregar la clase presencial luego de varias jornadas en que los niños no pudieron ir a la escuela al hundirse la lona por la lluvia y la imposibilidad de alcanzar al puesto por los charcos que se forman en el camino, sorprende la concentración de los alumnos cuando el profesor les aclara en estas condiciones las fracciones en Matemáticas.
Según dice informó el Ministerio de Educación, una inspección técnica concluyó que esta escuela no está en condiciones para que se impartan clases, por lo que esa cartera se ha comprometido a su remodelación para antes de que comience el próximo curso, unas obras que consistirán en la demolición del centro y la construcción de 2 aulas y un servicio de baños digno.
Soluciones para seguir las clases
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Hasta que se subsanen estos inconvenientes, los profesores tienen soluciones para que los niños puedan seguir con sus estudios. Uno de ellos es el grupo de Whatsapp entre padres y docentes, donde se debate cada día si la meteorología permitirá que los alumnos vayan a la escuela o si deberán quedarse en casa, en cuyo caso los maestros les mandan tareas.
En otras ocasiones, cuando la lluvia aparece en mitad de la clase, deben resguardarse hasta poder regresar a casa en un colmado que hay frente a la escuela.
De la Cruz aclaró que los niños «demuestran el miedo y el temor que tienen aquí», y es que «un temblor de tierra podría hacer venir abajo la escuela porque no tiene un sustento, no tiene unas vigas que la aguanten», en un país con más de una decena de fallas sísmicas.
También los profesores tienen miedo: hace unos días se derrumbó un árbol cercano y «en un 1er momento pensamos que la escuela se estaba cayendo».
Preocupa la inseguridad
Estos inconvenientes también ocurren en otras zonas apartadas de la ciudad, como en el Politécnico Pedro Francisco Bono, donde la paralización de unas obras de reforma ha dejado edificios rodeados de escombros donde se producen acumulaciones de mosquitos, que han provocado casos de dengue, y de materiales frente a los que cualquier caída puede suponer una desgracia.
«Hay un reguero de mosquitos, tenemos problemas por la electricidad, todos los niños tienen que prender el abanico con la mano, agarrando el tendido eléctrico y eso es un peligro porque te puede electrocutar, también casos de zanjas con varillas que es un problema porque los niños se pueden caer y clavarse una», indicó a EFE Jennifer Tavera, presidenta de la Asociación de Padres, Madres, Tutores y Amigos de la Escuela.
Un comedor inutilizado a partir 2013 en el que ahora incrementan plantas de varios metros, un pista deportiva con grietas donde el tablero de la canasta amenaza con caerse o un solo baño para 200 alumnos son otros de los problemas de este centro, cuya rehabilitación, aseguró el Ministerio, se reiniciará próximamente (el contratista ya ha cobrado una partida para ello) y se espera que esté concluida antes del comienzo del curso a finales de agosto.
Otro de los centros con precariedades es la Escuela Ricardo Molina, con 3 clases divididas por un cartón y sin patio: los niños juegan en medio de la carretera.
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